A mitad de camino entre el desconocimiento casi total a nivel turístico de ciudades como Malinas o Mons y la sobreexplotación turística de Brujas, Gante, la capital legal de Flandes, se ha convertido en mi ciudad favorita de Bélgica. Una mezcla de la cultura de Amberes, la belleza de Brujas, y notas de otros países hace de Gante el cóctel perfecto de mi vida belga.
La ciudad de Gante se gestó al oeste de lo que es el actual centro de la misma, en el punto de encuentro de los ríos Escalda y Lys. Allí se levantaría un asentamiento que se llamó Portus Ganda en torno a la Abadía de San Bavón cuando corría el año 650 -aunque las muestras de vida en la región son mucho más antiguas.
Gracias al comercio fluvial Gante crecería enormemente hasta llegar, en el siglo XIII, a ser posiblemente la segunda ciudad más poblada de Europa tras París. Como tal, la arquitectura medieval flamenca de esta ciudad viviría un apogeo muy similar al de su norteña vecina Brujas, con la diferencia de que la de Gante se iría deteriorando.
De nada sirvió que fuese aquí donde nació Keizer Karel, nuestro Carlos I, el 24 de febrero de 1500. De hecho, él mismo atacaría fuertemente a la ciudad tras las revueltas de 1539. Parecía que los momentos de mayor brillo de Gante habían acabado para siempre.
Pero el comercio textil volvió a la ciudad para salvarla, Gante recuperaba su riqueza durante los siglos XVIII y XIX, pero había perdido demasiado terreno con Brujas. Por eso, aprovechando la Exposición Mundial que tuvo lugar en Gante en 1913, se decidió una renovación de la ciudad un tanto extraña.
Extraña porque en lugar de construir grandes edificios modernos exclusivamente (la estación Gent Sint-Pieters de tren es uno de ellos), se trató de restaurar o reconstruir una buena parte de los edificios medievales de la Gante antigua. Al fin y al cabo eran estos los motivos de la gran popularidad de Brujas a comienzos del siglo XX.
Así, en mayor o menor medida, casi todo el centro de Gante sufrió algo de «cirugía plástica arquitectónica» a comienzos del siglo pasado. Pero qué más nos da, ¿verdad? Uno no necesita del carbono 14 para decirle que está ante una ciudad de una belleza sin igual que, si me permitís, gana en su propio terreno a Brujas por el sencillo hecho de la amplitud y tranquilidad que aquí se respira.
Hay turistas, muchos, pero muchísimos menos que en Brujas. Y por tanto también hay mucho menos intento de aprovecharse de ellos. Cuando un lugar belga tiene más tiendas de souvenirs que bares algo no funciona, y los más de 300 bares que tiene Gante solo en su centro hacen difícil que esto suceda aquí.
Bares y restaurantes, porque además de cuidar la cultura gastronómica de Bélgica, tanto la de cuchara, tenedor y cuchillo como la de frituur; Gante es famosa por ser una ciudad genial para vegetarianos y veganos. De hecho, no hay ninguna ciudad en Europa con más restaurantes vegetarianos por cabeza que Gante.
La cerveza, por supuesto, también está muy presente en la ciudad, que tiene su propia cervecería artesanal, Gruut. Además, es bastante popular aprovechar una visita a Gante para realizar una cata de cerveza belga.
La cultura es esencial para el gantés, que es cualquier persona que esté en Gante, pues la ciudad prohibió las palabras autóctono y alóctono el año pasado (fueron incluso enterradas en una solemne ceremonia). Todos los días hay conciertos, los museos están llenos y en las calles el arte se respira. De hecho Gante es la ciudad más importante de Bélgica en lo que a arte callejero se refiere, y el propio ROA, uno de los grafiteros más famosos de la actualidad, nació aquí. De hecho, es tan importante el grafiti que hay una calle dedicada exclusivamente a él, Werregarenstraat.
Tanto comercio textil ha dejado también su huella en las afueras del centro de Gante, donde se procesaban los materiales importados o aquellos que se iban a exportar. De esto te das cuenta en el momento en que comienzas a deambular por los lugares no marcados en los mapas turísticos y esa arquitectura medieval flamenca tan bella da paso al rojo ladrillo de las fábricas, como si de pronto nos hubiésemos teletransportado a Manchester. No hay problema, pues estos lugares y el antes mencionado arte callejero se unen a la perfección.
Si solo visitas Gante una vez en la vida, deberías seguramente hacerlo a finales de julio, cuando una de las fiestas más famosas entre la gente joven de toda Bélgica tiene lugar en la ciudad. Las Gentse Feesten convierten a Gante en un continuo escenario en el que toda muestra de arte es apta. Son diez días en los que los más preparados e involucrados reducen sus horas de sueño hasta la mínima esencia y donde la fiesta hasta que salga el sol deja de ser un referente a noches locas de Ibiza para pasar a ser una realidad.
Si tras haber disfrutado de Bruselas, Brujas, Amberes o Lovaina tengo muy claro que mi ciudad favorita de Bélgica es hoy en día Gante, por algo será. Así que si te fías de mí -y si no lo haces gracias por leerme igualmente- no puedes olvidarte de Gante en un viaje a Bélgica, y si quieres más motivos, te di más cuando hablé de qué ver en Gante, con lugares como el Korenlei y Graslei.