Estoy convencido de que el título de esta guía de Amberes confundirá a más de uno y quizás ofenda a otros tantos, pero tiene su motivación. No hay ninguna ciudad en Bélgica que parezca una ciudad de la forma que lo hace Amberes, ni tan siquiera la propia capital Bruselas, ofrece ese aire distinto que las ciudades tienen frente a los pueblos o villas. No es mejor, ni peor, solo distinto, Amberes es, sin duda, diferente.
Quizás sea la modernidad de Amberes la que me hace verla tan distinta al resto de ciudades de Bélgica que he visitado. Tiene tanta cultura y vida nocturna como Gante, posiblemente más, y es más pequeña que Bruselas, pero parece mucho más moderna que estas dos. Hasta el punto de que Amberes parece ejercer el papel de capital de Flandes.
Fue el río Escalda (Scheldt en neerlandés) quien dio vida a Amberes. Según cuenta la leyenda gracias al centurión romano Silvio Brabo, quien cortó la mano al gigante Druoon Antigoon, quien hacía pagar un peaje a aquellos que querían cruzar este río a la altura de la actual ciudad.
Sea cierta o no la leyenda, Amberes creció próspera gracias al Escalda, y sigue siéndolo, de hecho. Es el mayor puerto del país y uno de los más importantes de Europa, aunque desde un mapa parezca que no tiene conexión al mar.
El puerto de Amberes se alarga durante kilómetros por el estuario del río y por las decenas de canales artificiales creados junto a él. A través de este estuario se forjaron las riquezas de los nobles de Amberes, que se encargaban de que la lana proveniente de Inglaterra fuese transformada en tapicería antes de volver a su lugar de origen.
No hay más que dar un paseo desde la impresionante estación central de tren de Amberes, sin duda la estación de tren más bella que he visto en Europa, a lo largo de De Keyserlei primero y de Meir después en dirección al centro de la ciudad para ver muestras y más muestras de esta riqueza.
Una riqueza que hoy en día se mantiene gracias a la moda y a los diamantes. Por un lado Amberes es la ciudad de compras de Bélgica por excelencia. No tienes más que acudir un sábado por la mañana, cuando los trenes se llenan, la estación se desborda, y el paseo antes mencionado al centro de la ciudad es una marea de gente, para darte cuenta de que la moda en Amberes va mucho más allá de los Seis de Amberes, un famoso grupo de diseñadores de moda locales.
En lo que a los diamantes se refiere, Amberes es toda una referencia, una referencia que afecta hasta a la demografía de la ciudad, que tiene una de las comunidades judías más importantes de Europa, judíos jasídicos principalmente, que tienen una interpretación muy ortodoxa de la religión y no tienen relación alguna con Israel. Un dato respecto a los diamantes: el 85% de la producción mundial de diamantes en bruto se concentra en Amberes. Espectacular.
Como también lo es el centro de la ciudad y en especial la Catedral de Nuestra Señora, un edificio que me cautiva cada vez más, visita a visita, sobretodo gracias a su impresionante torre gótica. O también Het Steen, la fortaleza medieval que fue restaurada junto al río.
Al fin y al cabo Amberes es tan especial que fue elegida en 1920 como sede de los Juegos Olímpicos. Una forma de honrar a los miles de heridos y fallecidos en Bélgica durante la Primera Guerra Mundial. Afortunadamente hoy en día los motivos para visitarla nada tienen que ver con éste trágico acontecimiento. Ya busques fiesta, compras, cultura o gastronomía, Amberes es la ciudad de Bélgica para ti.