Comienzo el artículo con dos verdades como puños, que para algo tengo dos manos. La primera, que Brujas, Bélgica, es una de las ciudades más bellas que he visto nunca. No sé si los cuentos de hadas se han inspirado en ella o que simplemente nos evoca historias de princesas, príncipes, magia y mucho amor; pero es un hecho indiscutible. La segunda, una verdad que duele, es que todo el mundo lo sabe. Así no es de extrañar que Brujas reciba (o parezca recibir) más visitas incluso que Bruselas.
Un gran puerto comercial gracias a un canal abierto que conectaba con el mar del norte en la Edad Media, Brujas ha mantenido a pesar de la situación de Bélgica en zona de conflicto bélico durante el siglo XX la belleza de su centro histórico, Patrimonio de la Humanidad.
Y es precisamente este centro histórico el que condensa todo el problema, pues la estación de tren se encuentra al otro lado de la circunvalación de la ciudad y mucha gente va directamente en taxi o autobús al Markt, la plaza central de Brujas, que se llena de transeúntes.
Y no solo ésta, las callejuelas empedradas de alrededor, los puentes que cruzan unos canales con vistas de postal y todos los comercios y locales de restauración de la zona se tornan en un ir y venir continuo de gente.
¿Pierde Brujas belleza por esto? Ni un ápice, pero eso no significa que no moleste tener que esperar cinco minutos para poder echar una foto menos mala, o tener que hacer cola para comprar chocolates, gofres o unas cochinas (bueno de cochinas nada, que están tremendas) patatas fritas. Por cierto, si quieres probar las delicias locales, te recomiendo probar la visita guiada gastronómica gratis por Brujas.
El ser humano no es tonto cuando de hacer dinero se trata. Y habiendo tanto turismo, no es de extrañar que Brujas tenga la mayor proporción de tiendas de souvenirs de todo el país. Y no hablo solo de las tiendas donde comprar imanes, llaveros o el omnipresente bolso de tela negra con el nombre de la ciudad de turno escrito de forma repetida en blanco y una vez en rojo (sí, sé que sabes a qué bolso me refiero). Muchos de los souvenirs de Brujas no saldrán de Brujas. Son las tiendas de chocolates y de gofres que tratan de llamar la atención con escaparates que son más atractivos que los de los negocios de alta costura de Old Bond Street y New Bond Street en Londres.
Afortunadamente Brujas es lo bastante pequeña como para que la gente piense que dedicar más de un día a la visita a la ciudad es excesivo. Esto, que podría no parecer relevante, lo es, porque con el atardecer la gente empieza a marchar en dirección a la estación y cuando la noche comienza a hacerse presente, Brujas se vuelve mucho más tranquila, recompensando a los pacientes y avispados viajeros que deciden pernoctar -o tomar el último tren- con la maravilla de ver sus canales llenarse y reflejar las luces de la ciudad en sus tranquilas aguas, relajarse entre amigos con una cata tras visitar el museo de la cerveza o disfrutar de una visita guiada de misterios y leyendas gratis por Brujas.
Quizás te preguntes ahora, pero Víctor, ¿no hay ningún lugar entonces en toda Brujas donde pueda disfrutar de la luz del sol en un entorno idílico sin que me dé alguien un codazo al posar para su enésima foto? Y yo, que no puedo decepcionarte, te digo: sí que lo hay, al menos en mi opinión.
En lugar de tomar un bus o un taxi para llegar al centro de Brujas desde la estación, cruza la carretera, el canal que va paralelo a ella y gira a la derecha en dirección al Minnewater. Esta zona, que era la de descarga de las mercancías hace un tiempo, hoy es una especie de parque muy tranquilo y con unas vistas geniales al centro. Además, las pocas personas que pasan por allí van al beguinaje de Brujas, y mientras más te alejes del camino principal, menos molestias tendrás.
Dicen que en la vida hay que vivir al menos un cuento de hadas, y aunque quizás Brujas no sea lo exclusivo que te hubiese gustado que tu cuento fuese, lo cierto es que al final las historias más bellas lo son más por los protagonistas que por el entorno, en tus manos queda.