Uno de los callejones de Hoogpoort, calle comercial del centro de Gante, esconde uno de los lugares más especiales de la capital de Flandes. En ella el arte callejero es el rey, y las obras pueden ser perpetradas a la luz del día sin miedo a la policía. Werregarenstraat es una oda a esta forma de arte llamada graffiti que lleva con nosotros tanto como nuestra propia civilización.
No hace muchos días oía una entrevista que se hizo en la radio al escritor Arturo Pérez Reverte en la que, entre otras cosas, se hablaba de su última novela: El francotirador paciente. La protagonista de esta novela es una mujer que se dedica a realizar graffiti (que en en español resulta que se dice grafitos, según la RAE, aunque aún no me siento preparado para usar ese término).

Pérez Reverte decía durante la entrevista que aunque había llegado a entender más a fondo el porqué del arte callejero, no podía dejar de repudiar esta forma de vandalismo callejero. Y aunque entiendo perfectamente a qué se refiere, no puedo compartir su opinión, pues soy, cada día más, un amante del que disfruto llamando arte efímero.

Gante es la capital de este tipo de arte en Bélgica. No en vano ROA, uno de los artistas más populares hoy en día, nació en esta misma ciudad hace unos treinta y tantos años. Son muchos los ganteses que se dedican a pintar y muchas las tiendas de aerosoles repartidas por la ciudad. Pero es Werregarenstraat, rebautizada graffitistraatje (callejuela del graffiti) el punto más importante de todos.

Desde Hoogpoort, Werregarenstraat puede parecer una oscura calle de esas cuyo olor te repele apenas das un primer paso hacia ella (aunque tal olor solo existe en nuestra mente). De hecho debo confesar que cuando pasé delante de ella la primera vez, decepcionado, pensé que la calle no merecía los buenos comentarios que había escuchado. Pero al día siguiente me aventuré, y lo que encontré me impresionó.

No tanto por las pinturas exhibidas en esta pequeña calle, ninguna de las cuales existe más allá de las fotos que puedes ver en este artículo ya. Sino por el sencillo hecho de saber que el arte callejero goza de tanta popularidad en Gante que el ayuntamiento tuvo que permitir su libre expresión en esta calle para hacer frente a las necesidades de sus habitantes.

Los más ortodoxos quizás puedan pensar, y decir, aquello de que si es legal no es un graffiti. Otra postura que entiendo perfectamente pero que no me hace cambiar de idea al respecto de artistas como el propio ROA, Banksy, Phlegm o Eduardo Kobra. Uno tiene que vivir de algo, y si es de su pasión, mejor que mejor, yo también trato de hacerlo.

Por cierto, cuando visites Werregarenstraat ve tranquilo. Pues de la misma forma que es legal aquello que se practica en la calle, tampoco son vándalos los individuos que te encontrarás agitando botes de pintura. Acércate y pregúntales por su arte, qué están haciendo, qué significan los graffiti para ellos. Te sorprenderán sus respuestas.

En una ciudad tan histórica como Gante también tiene cabida el más moderno de los artes. Si el cómic es en Bélgica más que en ningún otro lugar un noveno arte, el graffiti es sin duda el décimo.