La pequeña ciudad de Winchester es de visita obligada para todos aquellos que quieren profundizar en la historia de Inglaterra, un lugar que, conservado a la perfección narra en sus calles la historia de cómo uno de los países más importantes del mundo se formó a partir de varios reinos.
Cuando uno piensa en visitar Inglaterra no baraja demasiadas opciones. De hecho la mayoría de personas se quedan en una, viajar a Londres, su capital y como ya comenté en su día mi ciudad favorita de Europa. Los más atrevidos, muchas veces guiados por su pasión por el fútbol o la música acaban en Manchester o Liverpool. Tras ellas solo Bristol, gracias en cierta parte a su cercanía al Stonehenge; Birmingham, la segunda ciudad más poblada del país; y las universitarias Cambridge y Oxford son conocidas. Pero ninguna de estas ciudades jugó un papel tan importante en la creación de Inglaterra como la antigua capital de Wessex.
Desde el siglo VI Winchester fue la sede del Reino de Wessex, un reino que abarcaba todo el suroeste de la actual Inglaterra. Cuando Wessex conquistó a los otros seis reinos que formaron inicialmente Inglaterra en el año 827, Winchester pasó a ser la capital de Inglaterra, y lo sería hasta que Londres tomase el relevo un par de siglos después.
Así, no es dificil imaginar la magia que puedes llegar a sentir al visitar Winchester. De la misma forma que no cuesta demasiado adivinar cómo era la ciudad hace mil años, pues realmente da la sensación de que no ha cambiado en absoluto. Cierto es que lo que en su día fueron negocios familiares son hoy en día franquicias internacionales, pero la esencia de la ciudad se mantiene intacta.
Tanto que Winchester te hará pensar inevitablemente en el fantástico reino que se basó, según dicen en esta ciudad. El Camelot del Rey Arturo que, mediante una estatua al lado del ayuntamiento de la ciudad, protege la ciudad.
Si la historia de Camelot siempre te ha fascinado, encontrarás además en la Gran Sala de Winchester la Mesa Redonda donde los caballeros de Arturo se reunían según la leyenda. Pocas veces un cuento ha sido tan real.
Aunque Winchester es, en mi opinión, una ciudad de pequeños rincones; una ciudad que hay que recorrer a pie, despacio, y con los ojos bien abiertos; su gigantesca catedral es el punto más famoso con diferencia de la ciudad.
Es la catedral gótica más larga de Europa y rodearla es disfrutar de un paseo entre jardines y áreas verdes perfectas para un picnic si el tiempo lo permite, pues Winchester, que ya es preciosa en invierno, se vuelve maravillosa en verano.
Tras dos primeras visitas acompañadas de frío y poca luz, se cumplió el dicho de que a la tercera va la vencida cuando realicé mi última visita a Winchester. El sol me acompañó en un paseo por la orilla del canal que llega a la ciudad desde Southampton y pude, por fin, disfrutar del perfil de la ciudad desde su colina más famosa, la de St Catherine.
Viajar a Winchester no es nada complicado, y es bastante rápido y económico. Un viaje en autobús a Winchester de ida y vuelta con National Express comprado con un mes de antelación te puede salir por 9£ desde la estación de Victoria de Londres. Desde Southampton puedes llegar hasta andando, siguiendo una ruta de unos 20 kilómetros que bordea un canal.
La propia oficina de turismo de la ciudad llama a Winchester la ciudad perfecta inglesa. Pues bien, yo me uno a ellos apoyando un lema que en pocas ocasiones me ha parecido más certero. Caminando por las calles de Winchester, subiendo sus colinas, reposando en sus áreas verdes o tomando algo en sus locales te sentirás, sin duda, en la esencia de Inglaterra llevada a la perfección.
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