Es curioso pensar que a pesar de ser la segunda ciudad más poblada de todo el Reino Unido, Birmingham sigue siendo una gran desconocida entre los españoles, y en general todos los turistas extranjeros. Por esto, cuando se puso ante mí la posibilidad de visitarla, para poder hablarte de ella a posteriori tuve muy claro que lo haría.
Viajar a Birmingham es muy sencillo, y no debería costarte nada encontrar vuelos baratos, pero si hicieses caso a las primeras notas que tomé sobre esta ciudad situada justo en el centro de Inglaterra seguro que no hubieses tenido la menor intención de aparecer por allí. Afortunadamente Birmingham tiene dos caras, y yo las descubrí.
Por una parte está su cara menos encantadora, la cara práctica, la cara que convirtió a esta ciudad en núcleo y ejemplo de la Revolución Industrial. Una cara fría con un centro lleno de rascacielos, miles de personas por la calle sin más fin que ir a su trabajo. Tan absurdamente centrada en la productividad que a nadie se le ocurrió que hiciese falta un baño en el Starbucks más céntrico de Birmingham (total, todo el mundo va con prisa y está de paso).
A esta imagen tan poco atractiva de Birmingham contribuyó sin duda la Segunda Guerra Mundial. Siendo una de las ciudades más castigadas, fue reconstruida casi en su totalidad al terminar ésta. Algún que otro edificio se salvó, pero se encuentran tan escondidos, ocultos entre gigantes y feos edificios, que pierdes hasta el interés por desenfundar tu cámara de fotos.
Cuando ya había pasado más de la mitad de mi jornada en Birmingham me encontraba con su monumento más famoso, The Bull, el toro. Una oronda estatua taurina justo a la entrada de un gran centro comercial que, anotaba en mi cuaderno, espantaba al turista mucho menos que la propia ciudad.
¿Sería quizás realmente que la expansión masiva de Birmingham en los setenta -cuando la ciudad rebasó el millón de habitantes- había dejado tanta crudeza en sus habitantes que solo el heavy metal, nacido en alguno de sus toscos recintos, había servido de escapatoria a sus jóvenes?
Me temía lo peor a solo unas pocas horas de desaparecer de Birmingham. Pero entonces el destino, la casualidad, y también el mapa me llevaron a Victoria Square, la otra cara de Birmingham estaba ante mí. El centro de la ciudad, origen de las carreteras y de la esperanza para servidor.
¡Vida! Eso es lo que exclamé al ver esta plaza. Gente por doquier dedicada a las más diversas tareas, artistas, estudiantes de camino a la biblioteca, personajes contemplativos, hasta jugadores de ping pong. Y todos ellos frente a dos de los más bellos edificios de la ciudad: el Birmingham Town Hall, basado en los templos romanos del foro y la Council House, de estilo clásico e imponente imagen.
Tanto me gustó esta plaza y el paseo cercano que me quedé con ganas de más, de no volver todavía, de disfrutar más de mi visita a Birmingham. Y lo pienso hacer, y contártelo aquí, para que veas que, tras la cruz, esta moneda tiene una cara, una cara con mucho para darte y de la que disfrutar en el mismísimo corazón de Inglaterra.