No hay duda alguna, la Plaza de Oriente de Madrid es uno de los lugares más grandes y monumentales de la capital de España. Sorprendentemente desconocida para muchos visitantes es un ejemplo de arquitectura paisajista que no deberías dejar de ver si viajas a Madrid.
Historia de la Plaza de Oriente de Madrid
Fue José Bonaparte quien durante su breve reinado mandó derribar los edificios de la zona cercanos al Palacio Real, para proporcionar amplitud y espacio al mismo, de forma similar a lo que Napoleón III haría en París unas décadas después.
Su sucesor, Fernando VII, tampoco conseguiría llevar a cabo su idea de un espacio ajardinado junto al palacio. Sería su hija, Isabel II, la que terminaría inaugurando esta plaza, diseñada por el arquitecto Narciso Pascual y Colomer, poco después de su coronación, en 1844, con apenas 14 años de edad.
150 años después de su inauguración, en los años 90 del siglo XX sufriría una de sus mayores reformas al peatonalizarse la Calle Bailén, que separaba el Palacio Real de la Plaza de Oriente, gestionándose el tráfico de forma subterránea y añadiendo un gran aparcamiento bajo la plaza que generó cierta polémica debido a la destrucción de los restos arqueológicos encontrados.
La Plaza de Oriente tiene una planta curiosa. La curvatura de los edificios alrededor del Teatro Real hace pensar a uno que estamos ante una plaza circular nada más entrar, pero lo cierto es que es de estructura rectangular salvo en esta zona este de la plaza. Este rectángulo se divide a su vez en tres rectángulos más, dos jardines y el elemento central regido por una estatua de Felipe IV que es quizás el elemento más fotografiado de la plaza.
Al norte, junto a la Calle San Quintín, se sitúan los Jardines del Cabo Noval, cuyos árboles, como sucede en el jardín sur son principalmente plataneros, y en los que es habitual, si el tiempo es bueno, encontrarse decenas de madrileños disfrutando del noble arte del «no hacer nada», reposando y quizás charlando, poco más. Los jardines del sur, son los Jardines de Lepanto.
El parterre central, con setos y figuras topiarias al más puro estilo francés es delimitado por veinte estatuas de reyes españoles, cinco visigodos y quince monarcas de los primeros reyes cristianos de la Reconquista que forman parte de una colección de estatuas de piedra caliza que se realizó entre 1750 y 1753 para formar parte de la decoración de la fachada del Palacio Real y que ha terminado por distribuirse por lugares como el Parque del Retiro e incluso ciudades como Burgos y Pamplona.
En el centro, como decía, una gran estructura con una estatua ecuestre de Felipe IV como elemento principal. Se trata, dicen, de la primera estatua ecuestre de la historia en la que el caballo está en corveta, levantando sus patas delanteras. Pietro Tacca, autor de esta estatua en el siglo XVII habría tenido que recurrir al mismísimo Galileo Galilei para que le ayudase a plasmar esta obra basada en pinturas de Velázquez.
El renovado Teatro Real y el que ya es mundialmente conocido como Palacio de Oriente, construido entre 1732 y 1892 en estilo barroco, son sin duda los dos edificios más importantes de la Plaza de Oriente, presidiéndola a ambos lados, el uno frente al otro, pero muy cerca de allí, junto a la majestuosa Plaza de la Armería, se encuentra también la Catedral de la Almudena, la curiosa catedral de Madrid, en el cruce de la calle Bailén y la Calle Mayor.
Son muchos los eventos que se celebran a lo largo del año en esta plaza, desde conciertos hasta concentraciones espontáneas de gente. Además vendedores de barquillos dan una nota de nostalgia a una ciudad que disfruta de recordar las mejores tradiciones de tiempos pasados.
La Plaza de Oriente con el Palacio Real y el Teatro Real son visitas obligatorias en Madrid, no te la pierdas, porque es parte importantísima de la esencia de esta ciudad.