Una de las visitas culturales y turísticas imprescindibles de Toulouse, que además sirve para entender el pasado fuertemente arraigado a peregrinajes y religión de la capital de la región de Mediodía-Pirineos, es el Convento de los Jacobinos de Toulouse, situado en pleno centro de la ciudad.
El Conjunto Conventual de los Jacobinos de Toulouse fue construido hace ocho siglos como un convento dominicano cuyo levantamiento empezó en 1229 por orden del propio fundador de la Orden de los Predicadores, Domingo de Guzmán. Entonces también hacía función de aula de la recientemente creada Universidad de Toulouse, motivo por el que aún marcan sus campanas las horas de las cátedras.
La Revolución Francesa, como en tantos otros edificios religiosos del país, supuso un punto de inflexión en este convento, que comenzó a hacer funciones de cuartel de la caballería militar mientras que el claustro pasaba a ser una enfermería.
En el siglo XX, en poder del ayuntamiento de Toulouse en lugar del ejército, comenzaba un proceso de restauración que aún no se ha completado del todo, pero que sí que ha dado al interior del Convento de los Jacobinos una nueva vida y ha hecho de él una visita imprescindible en la ciudad.
De su exterior destaca el color de los ladrillos que da sobrenombre a la ciudad rosa de Toulouse. Estamos ante un ejemplo esencial de la arquitectura languedociana, un gótico meridional cuya torre del campanario, octogonal, destaca por encima de todo con sus 45 metros de altura.
Pero es en el interior de la iglesia donde se encuentra su característica más relevante. El rojo y negro de la nervadura de las bóvedas de ojivas de la iglesia hace que gigantescas serpientes parezcan desplazarse por muros y techo de este amplio espacio en el que reposa Santo Tomás de Aquino.
Y en uno de sus extremos, una columna estrellada en la que los nervios que de esta salen han conseguido darle el sobrenombre de La Palmera. Una palmera que se puede observar sin tener que inclinar la cabeza y mirar al cielo gracias a una serie de espejos montados en su base.
El claustro, que es el lugar más importante de un convento, sigue siendo un buen lugar para deambular observando el juego de luces y sombras creado por las columnas de mármol que separan el jardín de los pasillos del mismo.
Y más allá de éste y de la iglesia, tres zonas distintas: la sala capitular, en la que los monjes se reunían en asamblea; la Capilla de San Antolín, decorada con murales del siglo XIV con escenas del Apocalipsis y narraciones de la vida de los santos; y por último el Refectorio, en el que grandes banquetes se han celebrado desde su finalización en 1303.
La vista a la iglesia del Convento de los Jacobinos de Toulouse es gratuita, al igual que lo son el claustro y resto de lugares si tienes una tarjeta Pass Tourisme de Toulouse. En caso contrario, ir más allá de la iglesia te costará 4€. Si quieres reservar la tarjeta turística de Toulouse puedes hacerlo desde este enlace.
Una parte de la historia de Toulouse se escribió entre los muros de este Convento cuya belleza arquitectónica da aún más fuerza para convertirlo en algo esencial durante un viaje a Toulouse. No te lo pierdas.