Presentarte el British Museum de Londres, el Museo Británico, se ha convertido en una tarea titánica para mí. Y en esta ocasión no lo digo porque sea un destino popular y por tanto sea muy difícil decir nada nuevo sobre él, sino porque me he planteado mucho cómo presentar en pocas líneas y palabras un museo que en ocasiones da la sensación de contener, entre sus paredes, toda la historia de la humanidad.
Con casi 260 años de edad, el British Museum es el primer museo nacional público de la historia, fundado en 1753 por una ley parlamentaria que buscaba ofrecer la colección estatal de forma gratuita para estudiosos y curiosos. Una gratuidad que no ha cambiado con el paso de los siglos y que además ha convertido el acceso en algo muy sencillo, sin colas, sin complicaciones, sin registros.
Y sin multitudes. Porque puedes contemplar esculturas del Partenón un domingo a medio día en Londres sin darte codazos con cientos de personas. Gracias a lo grandes que son los espacios y a la sorprendentemente poca gente para el lugar en el que estamos. Se me ocurren hasta espacios al aire libre con mayor saturación, como la Piazza di San Pietro de la Ciudad del Vaticano, por ejemplo.
Son tantas las obras del British Museum que podría escribir un blog solo con ellas. Tienes gigantescos tesoros griegos, egipcios, romanos, sirios. Objetos vikingos y por supuesto una gran cantidad de elementos arqueológicos británicos. Su Reading Room, quizás una de las bibliotecas más famosas del mundo y los bocetos de Michelangelo, Leonardo, Botticelli y Raphael son otros de los muchos tesoros del este museo.
El valor de un museo, de todas formas, no reside tan solo en la cantidad y calidad de los objetos expuestos. El explicar a los visitantes menos entendidos el significado, la historia y el porqué de la valía de lo ahí expuesto es lo que convierte una mediocre colección en un fantástico museo. Esto que en muchas ocasiones se deja sorprendemente de lado es precisamente uno de los puntos más fuertes del British museum.
Hay gran cantidad de rutas guiadas en el museo, todos los días y a todas horas. Los eyeOpener, por ejemplo, son guías gratuitas en las que un experto te habla en profundidad y de forma muy amena de alguna de las colecciones del museo durante unos 50 minutos aproximadamente. Son tan interesantes estas guías que no me extrañaría que tras la primera fueses corriendo a informarte sobre la hora y temática de la siguiente.
A primera vista podría parecer irreal que uno de los lugares más fotografiados de esta grandiosa colección de elementos históricos no sea ninguna pieza del museo. Pero irreal también es la arquitectura de la zona central, esa gran sala llamada Great Court y abierta en honor a la Reina Isabel II en el año 2000. Una obra de arte en si mismo, este espacio creado por la firma inglesa Foster and Partners es punto de encuentro de la gran mayoría de visitantes, teniendo un par de cafeterías y un restaurante de aspecto bastante elitista en su parte superior, para comentar lo visto hasta el momento mientras los pies se toman un descanso.
A pesar de ser el lugar con más gente de todo el museo, incluso aquí el ambiente es muy tranquilo. Verás la mayoría de mesas llenas, sí, pero no hay aglomeraciones, grandes colas, o excesivo barullo. De hecho, estoy pensando que la única cola que vi en todo el museo fue la de guardarropía. Ah, y si te la quieres evitar no te preocupes, que no tienes por qué dejar la chaqueta.
Otro de los elementos del British Museum que me encantan son las Study Rooms, lugares en los cuales puedes ver a los investigadores trabajar y enterarte de qué está pasando en el museo exactamente en este momento. Una forma de saber qué hay detrás de las cortinas de este centro, además de disfrutar de la posibilidad de ver bocetos de Durero o Leonardo.
En conclusión, el British Museum es para mí más un evento social que un sencillo museo. Hay tanto que ver, tanto que se puede hacer y tantísimo por disfrutar que uno podría dedicar unas cuantas horas a la semana a él para explorarlo a fondo. De hecho te recomiendo hacer esto si vas a vivir en Londres.
Puesto que el museo tiene bastantes problemas de financiación, no dudes en realizar el pequeño donativo recomendado, al fin y al cabo hay muchos museos de muchísima menos calidad por los que seguro que has pagado en alguna que otra ocasión, yo el primero.
Mis cuatro recomendaciones del British Museum
Para terminar te voy a poner mis recomendaciones del British Museum. Te pongo solo cuatro porque realmente, viéndolas bien, informándote sobre ellas, y contemplando estas maravillas podrías ya pasar bastante tiempo. Si optas por visitar por tu cuenta el museo, no te pierdas estas cuatro obras esenciales de la historia de la humanidad:
- Las esculturas del Partenón. Más allá de si te parece bien o mal que en lugar de encontrarse en antenas junto al edificio para el que fueron creadas se encuentren en un museo de Londres, todas las figuras del Pantéon que se pueden observar son absolutamente impresionantes. En una sola habitación, y gigantescas. A pesar de su estado todavía resultan impactantes.
- La cabeza de Ramses II. Es una auténtica pasada esta escultura no ya por su grandeza y su detalle, sino porque además fue esculpida sobre una piedra de granito bicolor para que la cabeza contrastase con el cuerpo. Increíble, ¿verdad?
- Vasija de Portland. Me alucina este recipiente romano que tiene unos 2000 años de edad. No sé si es el detalle del relieve o sencillamente el relieve en sí, pero me quedo atrapado cuando lo miro, absolutamente abstraído.
- La Piedra Rosetta. Un trozo de piedra es quizás la atracción que más me impactó. Será por mi amor por los idiomas, qué se yo. Pero esta piedra que sirvió para descifrar el egipcio antiguo cuando se pensaba que jamás sería posible es una auténtica joya de la humanidad.
¿Has visitado ya el British Museum de Londres? ¿Qué opinas de él? ¿Cuáles son tus recomendaciones?