Todos tenemos en alguna ocasión nuestro particular delirio de grandeza cuando nos dedicamos a algo que nos apasiona. Por un momento pensamos que podemos ser el mejor en la materia y hacer algo que va más allá de lo que nadie hizo con anterioridad. Seguramente el barrio de Antigone en Montpellier vino de un momento así en la vida de Ricardo Bofill padre.
Para un arquitecto, el poder llevar a cabo la planificación y construcción de todo un barrio debe ser algo espectacular, y eso le sucedió a Ricardo Bofill cuando en 1977 el entonces alcalde de la ciudad francesa, Georges Frêche le encargó la construcción de un barrio en la zona en la que antiguamente se encontraba el cuartel Joffre.
La idea detrás del proyecto era que éste nuevo barrio se integrase perfectamente con el cercano centro histórico de Montpellier, el Écusson. Algo que quedó demostrado en el momento de finalizar las obras en los años ochenta del pasado siglo XX.
Así, al este del centro histórico, justo después del centro comercial Polygone, y de forma ininterrumpida hasta llegar al río Lyz, se levanta una zona residencial como ninguna otra en toda Europa. Un lugar especial con marcado estilo clásico y en el que el agua también es protagonista, un total de 36 hectáreas en las que el arquitecto se dejó guiar por las musas.
El Antigone se podría resumir como una larga serie de plazas alineadas rodeadas de edificios neoclásicos, pero el término neoclásico casi no hace justicia a la clara influencia de la arquitectura romana y griega. Parece que vaya mucho más allá de este estilo.
Es una sensación que va más allá de lo que realmente se ve, como si lo intangible fuese también neoclásico, como si la combinación de formas y colores del Antigone nos retratase aún mejor de lo normal esos tiempos pasados. Y es que hasta los nombres de las calles ayudan a esto: Calle de la Acrópolis, Plaza de Maratón, Plaza de Esparta, etc.
Durante mi paso por el Antigone de Montpellier, pensaba en los Jardines Colgantes de Babilonia. Por alguna extraña razón, la arquitectura de este lugar y el uso del agua y la flora evocaban en mí la desaparecida maravilla del mundo antiguo, aún a pesar de que el otoño había acabado con buena parte de los tonos verdes.
Del Antigone destacan también sus espacios abiertos, que te ofrecen la posibilidad de apreciar la simetría de este lugar casi desde cualquier punto del mismo. Vastos espacios verdes, restaurantes con terrazas abiertas casi todo el año, parques en los que los mayores -y no tanto- hacen Tai-Chi mientras otros sacan a dar una vuelta a sus recién nacidos, y el 20% de las viviendas del lugar de protección civil.
Si a esto añadimos que buena parte del Antigone está cerrada al tráfico, no es de extrañar que este lugar alardee de la buena vida de sus habitantes y en especial de los más pequeños, que pueden corretear por las fuentes instaladas sobre el propio pavimento sin miedo alguno.
Fácil de visitar gracias a que la línea 1 del tranvía pasa por aquí, uno no puede perderse algunos de los edificios del Antigone y sus alrededores, como la fachada del centro comercial Polygone, el Hôtel de la Région Languedoc-Roussillon, justo al otro lado del río Lyz, o la Piscina Olímpica de Montpellier.
Contemplar lugares que, sin tener la marca y relevancia histórica que otros, muestran la capacidad de uno o varios individuos que han sabido llevar su pasión al máximo nivel, puede ser tan enriquecedor como el más turístico de los viajes. Por eso en tu viaje a Montpellier tienes que dejar unas horas para descubrir el barrio de Antigone.
Magnífico comentario del Barrio Antigone de Montpellier obra construida por Ricardo Bofill y su equipo multidisciplinario.
¡Muchísimas gracias por tu comentario Jorge! Saludos.