Las dos grandes guerras del siglo XX supusieron el cambio más drástico jamás provocado en la apariencia de las ciudades del centro de Europa, especialmente en Inglaterra, Alemania, y esa franja de tierra entre Francia y el país teutón que conocemos como el Benelux. Casi todo fue destruido, los más bellos monumentos hechos pedazos, y las décadas posteriores sirvieron para que fotos y cuadros ayudasen a reconstruir todo de forma que lo acontecido no estuviese presente en el día a día de los habitantes de las ciudades, de todas menos Róterdam, la ciudad que se rehizo y cambió para siempre.
Si Róterdam lo hubiese querido, estas líneas te hablarían de una ciudad más con una cautivadora arquitectura flamenca. Róterdam, la ciudad portuaria con más tráfico de toda Europa, sería la hermana mayor de Amberes -quien lucha con Hamburgo por la segunda plaza en este ranking-. Una pequeña copia de Ámsterdam. Pero tras la Segunda Guerra Mundial, a Róterdam le esperaban otros planes.
Entonces, de forma similar a lo que sucedió a finales del siglo XX en el East End de Londres y que terminaría haciendo que lugares como Brick Lane sean lo que hoy son, un gran colectivo pareció mudarse en masa a la ciudad, aunque quizás esto sea en un sentido más figurado a los artistas que invadieron los apartamentos londinenses. Los arquitectos más vanguardistas parecieron optar por Róterdam no sólo como hogar, sino también como lienzo para sus más enrevesadas y atrevidas invenciones.
Así grandes rascacielos que conectan a Róterdam con Nueva York más allá de lo que los grandes transatlánticos hicieron hace un siglo, y genialidades como los apartamentos Kubus, de los que puedes aprender más en el tour a través de este enlace, fueron a lo largo de las décadas posteriores a la guerra formando la nueva imagen de una ciudad que además, por su carácter portuario, era también desde bien temprano ejemplo de multiculturalidad en los Países Bajos. Y ésa es la esencia de Róterdam, su fragancia que se expande entre penínsulas, islas y otros caprichos de las aguas. Todo en una heterogeneidad que en otras ciudades quizás no me hubiese gustado, pero que aquí tiene sentido siempre, pues Róterdam aún tiene algo de clásico, pero también un pasado industrial y un futuro brillante. Para vivir Róterdam tendrás que aprender a usar las tres dimensiones durante tus paseos. No basta con girar la cabeza de izquierda a derecha y apreciar la profundidad de las cosas. En el suelo el agua, casi siempre presente, conserva la identidad neerlandesa de Róterdam, mientras que en el cielo, la arquitectura hace de las geometría un espectáculo visual sin igual en el viejo continente. Añade a todo esto una vida cultural de capital europea, con algunos de los museos más interesantes sobre los que he leído en tiempo, y una vida nocturna acorde con la modernidad de la urbe y Róterdam se convierte en un lugar en el que la modernidad es sinónimo de personalidad y no lo contrario, como a veces acostumbramos a pensar. Ámsterdam, la ciudad más inspiradora de Europa, es una visita obligada en un viaje a los Países Bajos y el centro de Europa en general, pero si pasas por allí y no viajas a Róterdam, te estarás perdiendo una ciudad inigualable, que tuvo las agallas de mirar hacia adelante cuando todos querían sencillamente borrar el pasado. Aquí te cuento cómo ir de Ámsterdam a Róterdam, para que no tengas excusa.