Debo reconocer que al tomar rumbo a Peñíscola durante mi viaje por la costa de Castellón me entro miedo. Era aún un niño cuando visité la ciudad por última vez y, pensando que Peñíscola es la ciudad más turística de Castellón temía encontrar una Benidorm sin el valor sentimental que la ciudad de Alicante tiene para mí.
Afortunadamente no fue así, ni mucho menos. Peñíscola tiene tanta historia tras de sí y su antigua ciudad es tan bella, que por muchos turistas que se apilen en sus playas y por sus calles, ésta no deja de ser un lugar de obligada visita en la costa levantina.
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Y es que Peñíscola estaba destinada a ser un lugar mágico. Es el Mont St Michel de España, pues su centro histórico se sitúa sobre un colina en un pedazo de tierra separado solo por un istmo del resto de la Península Ibérica. Está bien, este istmo no se inunda con las mareas, gajes del oficio de estar en el Mediterráneo, pero el emplazamiento no pierde belleza por esto, pues está más dentro del mar que de la tierra.
Con esta premisa, no se puede culpar al Papa de Aviñón, Pedro Martínez de Luna -también conocido como Benedicto XIII o el Papa Luna-, quien en pleno Cisma de Occidente eligió Peñíscola como lugar de exilio. Un lugar perfecto para dedicarse a la contemplación con el mar al otro lado de las largas y estrechas ventanas de su castillo.
Ciudadela de Peñíscola
De la Ciudadela de Peñíscola, sorprendentemente conservada, destacan los colores blanco y azul. Una combinación que siempre nos evoca la griega Santorini, pero que podemos ver también dentro de nuestra frontera. Sus estrechas y empinadas calles te harán sin duda agradecer el no tener que subir con la compra a cuestas a alguna de estas casitas cuyos balcones parecen mirar al Mediterráneo a los ojos.
En lo más alto de la ciudad amurallada, a unos 64 metros de altura, cuando se acaben las cuestas, te encontrarás con el Castillo del Papa Luna. Atrás habrás dejado la Casa de las Conchas -una de las pocas que no sigue el patrón blanquiazul-, y el Faro de Peñíscola, que tiene más de 100 años de vida.
No quiero engañarte, Peñíscola es una ciudad turística. El turismo existe y se explota, tanto dentro de la muralla como fuera de esta. En el interior se explota a base de tiendas de recuerdos y restaurantes especializados en pescados con cartas políglotas y terrazas mirando al mar. Siempre con el impuesto implícito que tienen los productos y servicios adquiridos en lugares inolvidables.
Fuera de las murallas, la poesía se pierde, y los altos edificios, hoteles con más habitaciones que encanto y urbanizaciones te recuerdan que no eres el primero en descubrir este lugar. Pero, que no te confunda el haber oído tanto hablar de esta ciudad, o haber visto al Cid conquistarla un domingo por la tarde en la televisión, gracias a la película de 1961 interpretada por Charlton Heston y Sofia Loren. Peñíscola merece la pena, pues es uno de los lugares más bonitos de la costa valenciana.