De entre todas las ciudades pequeñas de Inglaterra, hay una que destaca, con permiso de Brighton, por encima de todas cuando se trata de elegir a la favorita de los españoles que prueban a vivir en el Reino Unido. Debido a sus suaves temperaturas y su extensa y galardonada playa, Bournemouth, la ciudad de vacaciones inglesa, tiene cada día más un acento español.
Bournemouth, como tantas otras ciudades del sur de Inglaterra no goza de una gran historia tras ella, no cuenta con una centenaria catedral y edificios que datan de los tiempos de reinado de la Casa Tudor. No, Bournemouth hasta comienzos del siglo XIX no era más que otra parte más del New Forest.
No fue hasta 1811 que alguien se dio cuenta de las fantásticas condiciones climatológicas y la belleza de la playa del lugar, pero una vez el primer paso fue dado, el crecimiento fue imparable, una mansión se convirtió en una urbanización y una urbanización en la ciudad más grande de Dorset.
La elegancia inherente al periodo de desarrollo de Bournemouth se nota en sus calles y los pequeños detalles que te encuentras por las mismas. Gracias también a que el impacto causado por ser el lugar de veraneo -en la isla- por excelencia para los británicos queda quizás algo oculto durante una visita a la ciudad. Estamos ante la playa de Inglaterra, pero tiene el encanto de una resort victoriano y no la decadencia de un lugar turístico demasiado visitado.
Recuperada completamente de la readaptación de su muelle durante la Segunda Guerra Mundial, la playa de Bournemouth es una de las extensiones de arena más largas que he visto en todo el país, de hecho supera los 10 kilómetros de longitud si tenemos en cuenta las localidades anexas a Bournemouth.
Cuando visitas la ciudad, es sencillo dejarse llevara por una sensación bastante evidente de que todo marcha a cámara lenta, quizás sea el influjo mediterráneo provocado por todos los pinos que fueron plantados durante los orígenes de Bournemouth y que le dan una imagen muy distinta al resto de las zonas costeras del país.
Creo sinceramente que Bournemouth es un lugar de verano continuo. No por el clima, ni mucho menos, que puede llegar a ser algo duro durante el invierno, sino por el aura que le rodea, que hace que tanto los ancianos como los jóvenes del lugar vivan en un estado de sosiego permanente quizás provocado por la brisa marina.
Hablaba de jóvenes y ancianos, y es que aquí reside el gran contraste de Bournemouth. Parece una ciudad sin gente en la mediana edad. Por un lado están los huéspedes de balnearios, ingleses retirados en busca de la contemplación más pura. Por otro las hordas de jóvenes, muchos de ellos inmigrantes, que dan color y vida nocturna a un lugar que parecería dormido sin ellos.
De Bournemouth no destaca solamente la zona costera, con su geométrico muelle rescatado tras la guerra. Los Jardines de Bournemouth, el corazón -por la situación- y el pulmón -por su variada flora- de la ciudad son la columna vertebral que escorándose ligeramente hacia el oeste atraviesa la ciudad. Allí los ruidos de aves y pequeños animales, el color de sus jardines y pinos, y las notas de los instrumentos tocados por las bandas que en verano animan las tardes te guían, casi flotando, hacia la orilla del mar.
Una ciudad en la que es genial vivir, y también a la que merece la pena viajar, Bournemouth seguirá siendo por mucho tiempo un lugar con un toque especial latino. ¿Ayudarás a mantenerlo?