Este artículo pertenece a la guía para vivir en el Reino Unido de Vivir Europa.
Cuando viajé a Portsmouth por primera vez, mis expectativas eran más bien bajas, no voy a negarlo. Esperaba ver otra ciudad costera de Inglaterra más en la que la utilidad se hubiera impuesto a la belleza, una línea de costa horrible y cerrada al público, muelles sin encanto y calles cercanas vacías, sin una zona verde que contraste con las tonalidades del acero.
Además creía firmemente que el pasado de puerto militar de la segunda ciudad más poblada de Hampshire tras Southampton -con unos doscientos mil habitantes- no habría más que influido a este respecto. Pero, como casi siempre que uno viaja con expectativas, aunque esta vez afortunadamente, éstas se fueron al traste a los pocos minutos de salir del autobús en la estación de autobuses de The Hard, al oeste de la ciudad y pegada al mar.
Estos pocos minutos son los que tardé en escapar de esta zona más bien oscura -como la gran mayoría de estaciones de trenes y autobuses de las ciudades grandes- y encontrarme con los rincones más bellos de la ciudad que vio nacer a Charles Dickens, autor de Oliver Twist, David Copperfield y tantos otros clásicos de la literatura universal.
Dejaba atrás la zona más moderna, el centro comercial Gunwharf Quays y la famosísima torre Spinnaker, que recuerda sin duda al hotel con forma de vela de Dubai. Bordeando los muros del puerto terminé por llegar hasta Southsea y el sol, literalmente, salió en el paseo marítimo que recorre el sur de la ciudad y está delimitado por dos muelles, el Clarence Pier y el South Parade Pier.
Son tantos los elementos a destacar de este barrio marítimo que seguro que me dejo alguno, aunque el principal es sin duda el Castillo de Southsea, con su faro que orienta aún a los barcos que se acercan a Portsmouth. Frente a ellos, en el mar, un par de siluetas curiosas cuyo significado tardé en encontrar.
Se tratan de fuertes circulares construidos sobre el mar para proteger la costa de Portsmouth de una posible invasión a finales del siglo XIX. Hoy en día dos de ellos -son cuatro aunque desde Southsea solo son visibles dos- son ya hoteles de lujo, de los de más de 500€ por noche. Pegado al castillo tienes también el museo del Día D, en el que se narra la historia de este día que cambió el mundo.
Aunque si buscas museos y eres un amante de la historia naval lo vas a pasar como un niño pequeño en Portsmouth con su National Museum of the Royal Navy y con los navíos que se encuentran también en el puerto histórico de Portsmouth: HMS Warrior y HMS Victory, este último usado por el Almirante Nelson para derrotar a las tropas españolas en la batalla de Trafalgar hace algo más de 200 años.
A Portsmouth se puede llegar fácilmente en autobús desde Londres y la mayoría de ciudades del sur de Inglaterra directamente, y además salen de esta ciudad cada semana ferrys a Santander y Bilbao, por si los aviones no son lo tuyo y prefieres una travesía por el Atlántico.
Quizás solo conozco la zona más bonita de esta ciudad, Pompey, que es rival de Southampton desde siempre, pero con ella me basta para sentir que ofrece mucho más en cuanto a belleza que ciudades vecinas y, esperando que mis amigos de mi actual ciudad me sepan perdonar, te recomiendo una visita a Portsmouth en tu viaje a Inglaterra.