Recuerdo menos de lo vivido, excusándome en que el presente me entretiene tanto que suelo olvidar mi diario. Por eso tengo poca información del día que conocí la Torre de Kiiu. Sólo sé que fue el 30 de junio de 2015 porque acabo de ver mis fotos de aquel día en flickr. De hecho, mi Canon 550D ha sido el único diario que he utilizado en buena parte de mis días viviendo Europa.
Era mi primer verano en Estonia, justo cinco meses antes había llegado por primera vez a Tallin. Acababan de retomarse las visitas guiadas al Parque Nacional de Lahemaa de los hostales y yo, como gestor de Tallinn Backpackers, cerrado entonces por un fuego, aproveché para unirme a este viaje de un día de la mano de Dave (un chico alemán con el que después tendría una buena relación), acompañado de algunos huéspedes (a los que no recuerdo ni viendo sus caras) y de una gallega que trabajaba en el hostal también.
Entre otras cosas que mi memoria no alcanza a decirme, tampoco sé si ese día ya me había planteado la posibilidad de dirigir visitas guiadas. No obstante, antes de que acabase el verano y el hostal que regentaba reabriese, ya era yo el guía oficial de TOTH Tours y Mare pronto se convertiría en mi persona favorita de Estonia. Un título que sólo le quité durante los dos meses que duró mi última relación -por aquello de honrar a la verdad.
Pero, ¿Quién es Mare? Mare regenta el café de la Torre de Kiiu. Una torre conocida popularmente como la fortaleza más pequeña de Estonia. Yo siempre pensé que aquella persona que inventó el apelativo no tenía mucha idea de mercadotecnia, pero acabo usando yo también el término por comodidad.
Historia de Kiiu
La fundación de la Torre de Kiiu
Cuando los cruzados alemanes ocuparon lo que hoy en día se considera Letonia y Estonia para convertir al cristianismo a los paganos nativos allá por el siglo XII y XIII, decidieron que era una buena idea quedarse en la zona y repartirse, por las molestias tomadas, el control de las tierras.
Esta costumbre se asentó con velocidad. Así, en 1517, Fabian von Tiesenhausen tomaba propiedad del área de Kiiu y mandaba construir una torre de piedra de tres pisos. Su objetivo no era protegerse ante invasiones extranjeras o combatir con otros alemanes bálticos vecinos, sino de evitar que una rebelión de los granjeros acabase con él y toda su familia en llamas, pues vivían en una mansión hecha de madera.
La Torre de Kiiu no sería la vivienda principal de la familia en ningún momento. Supongo que calentar ese monstruo de piedra era una tarea demasiado ardua. Pero en el momento en que las aguas parecían encresparse, cuando los estonios que habían pasado de autóctonos a esclavos comenzaban a hablar más de la cuenta durante sus jornadas de trabajo; entonces la familia von Tiesenhausen llenaba el piso inferior de agua y comida, y se alojaba en el primer piso mientras los soldados, en los dos pisos superiores, comprobaban a través de los ventanales de la torre qué iba pasando. Cuando la situación se calmaba, la familia volvía a su hogar habitual.
El tiempo pasó y a finales del siglo XVIII, la familia Stenbock, en propiedad de Kiiu por aquel entonces, terminaría por mudarse a una casa solariega que todavía se encuentra a sólo unos metros de la torre y que se ha renovado para funcionar como ayuntamiento del municipio de Kiiu hoy en día. La torre perdería sus función, y caería en el olvido.
Renovación de la Torre de Kiiu
El final de la Segunda Guerra Mundial traía la incorporación definitiva de Estonia a la Unión Soviética. Una buena parte de las áreas rurales del país pasaban a convertirse en granjas colectivas (koljoz es el término ruso). Esto también sucedería en Kiiu. Así, Mare y su marido, tras estudiar juntos en la escuela de agrónomos de Tartu, se mudaron allí.
Al llegar los años setenta, la torre todavía estaba en un estado de deterioro que parecía irreparable. La planta superior se había colapsado y hacía siglos que nadie había habitado, siquiera temporalmente, ese lugar. Eran otras las preocupaciones y tareas de los locales por aquel entonces, y el turismo en una región rural de una de las Repúblicas Socialistas Soviéticas era inexistente.
Pero en 1975 se decidió restaurar la torre. No tengo claro por qué a día de hoy, Mare tampoco. Sencillamente un día los órganos gubernamentales decidieron que la Torre de Kiiu debía volver a su estado original. Yo, desde aquí, agradezco a quien fuera que tuvo la idea y forzó su ejecución.
Con un torreón de piedra a disposición de los habitantes de Kiiu, trabajadores de esa granja colectiva a la que hacía referencia antes, y sin turistas a los que atraer, terminó haciéndose lo que a todos nos pasaría por la cabeza. La Torre de Kiiu se convertía en sede de la vida social del pueblo.
Bodas, bautizos, comuniones -bueno, estas dos últimas cosas no creo, pues la religión estaba prohibida-, festividades de todo tipo se realizaban en la Torre de Kiiu. Yo daría lo que fuese por volver en el tiempo y ver qué se cocía en aquellas reuniones. ¿A quién no le apetece un sarao en una torre de piedra construida originalmente en el siglo XVI?
La Torre de Kiiu en la Estonia independiente
Un día, seguramente de resaca, los habitantes de Kiiu se despertaron en una Estonia independiente. La década de los 1990 había llegado con el colapso de la Unión Soviética y este país del noreste de Europa recuperaba una autodeterminación que sólo había disfrutado por dos décadas. En 1992, Mare aprovechaba el nuevo status quo para hacerse con los derechos de alquiler de la Torre de Kiiu y abría su propio negocio. Se convertía en empresaria casi a los 50 años, tras poco menos de tres décadas trabajando en el campo.
Un letrero que lee Baar justo sobre la puerta de entrada a la torre, cubierto casi en su totalidad por la enredadera que rodea la Torre de Kiiu recuerda que ésta continuó siendo punto de encuentro de los locales una vez Mare y su ayudante tomaron las riendas. Cuando escuchas a Mare hablar de esos días de recuperada independencia en Kiiu, la palabra party (fiesta) se repite hasta que genera una carcajada en sus oyentes. El bar de la Torre de Kiiu abría de día y de noche y cualquier celebración tenía este lugar como sede por defecto.
Kiiu, que nunca tuvo mucha población, fue perdiendo habitantes con el paso de los años. La gente más mayor no daba paso a generaciones jóvenes, pues éstas ya no estaban atadas a una granja colectiva. Era el momento de mudarse a la capital, Tallin y el negocio parecía acabarse para Mare.
El presente de la Torre de Kiiu
Parecía, porque cuando alguien tiene el espíritu emprendedor y la fuerza de Mare, nada es imposible. Como dijo George S. Clason en su superventas de 1926, El hombre más rico de Babilonia, “Donde hay decisión, el camino se puede encontrar«. En 2002, rozando ya la edad de jubilación, Mare convertiría a la Torre de Kiiu en el lugar ideal para “una pausa para el café de los turistas”, como ella misma dice.
Hoy en día Kiiu abre sólo de mayo a octubre -aunque si vienes conmigo en otro momento, llamaré por teléfono a Mare para intentar que la conozcas-. Durante esos meses la Torre de Kiiu sirve como uno de los pocos puntos de avituallamiento de la zona. Sólo entonces el clima es lo bastante benévolo como para que el gasto de luz y leña que supone calentar esta construcción se pueda compensar con las cuatro visitas al día que pasan por allí.
El interior de la Torre de Kiiu
La Torre de Kiiu cuenta con cuatro plantas, contando la planta baja en la que se sitúa el café. En Estonia, a diferencia de España, por ejemplo, la planta baja se cuenta como el primer piso de un edificio. Aprendí esto con Mare, pues en ocasiones, alguna de las personas que venía conmigo a una visita guiada me preguntaba cómo se accedía a la cuarta planta, que no había ninguna puerta. Entonces fue cuando me di cuenta de que para ella, el primer piso era la segunda planta. Una vez hecha esta aclaración, veamos la distribución de la torre tanto en el presente como en el momento de su construcción.
Zona del café de Kiiu
La planta baja del edificio, donde se encuentra la única entrada, fue en su día la despensa de la torre. Cuando Fabian von Tiesenhausen decidía pernoctar en la torre por motivos de seguridad, alguno de sus siervos se encargaba de comprobar que hubiese la suficiente comida y agua en esta zona. Esto me hace pensar que la chimenea que, siempre encendida, hace algo más acogedora la visita a esta fría estructura, no estaba inicialmente aquí.
La barra del café se encuentra en esta planta baja, junto a la chimenea. Hecha de madera, como todo el mobiliario de la Torre de Kiiu. Frente a la barra diversas sillas y gruesos troncos de árboles que hacen también su función junto a tres diminutas mesas camilla. Tanto las sillas como las mesas parecen pensadas para la visita de niños, y no adultos.
En un hueco de la pared, junto a las sillas y mesas, se encuentra el mayor tesoro de Mare: los diferentes libros de visitas que ha ido acumulando desde la apertura del café en 1992. Es fantástico ver cómo, con el paso de los años, centenares de personas de todas las nacionalidades se han tomado la molestia de agradecer su hospitalidad a Mare, escribiendo en su diario. No es algo que me extrañe, porque a los pocos minutos de conocer a esta encantadora mujer, uno siente ya que está con la versión estonia de su abuela.
Plantas superiores de la Torre de Kiiu
Las escaleras para acceder a las plantas superiores de la Torre de Kiiu se encuentran junto a la puerta de entrada -por cierto, recuerda agacharte al entrar o te darás un buen golpe con el dintel. Cada vez que subo estas escaleras me pregunto cómo hacen Mare y su compañera para servir a sus huéspedes cuando tienen un grupo grande. Los escalones son angostos y muy altos.
El primer piso (o segundo de los estonios), es donde Mare todavía organiza visitas de grupos de más de diez personas o el ocasional cumpleaños. No es que haya mucho más espacio que en la planta baja, pues el piso entero está ocupado por dos grandes mesas redondas. Aquí dormían von Tiesenhausen y su familia cuando se quedaban en la Torre de Kiiu, mientras que sus soldados ocupaban las dos plantas superiores.
Si continuamos la subida, en la segunda planta, se encuentra la zona de vigilancia para los soldados, desde sus estrechas ventanas no se observa demasiado, pues hay árboles casi en todos los sentidos, pero es, sin duda, una forma diferente de experimentar la Torre de Kiiu.
Por último está el tercer piso. Aquí, según Mare, es donde Rapunzel duerme, y no me parece descabellado. La torre de esta doncella podría perfectamente haber sido una copia de Kiiu.
El café de Mare en la Torre de Kiiu
Aunque disfruto como el que más del café de calidad, la alta confitura y la bollería francesa; en el café de Mare no espero nada de esto, y tampoco deberías esperarlo tú. La Torre de Kiiu es un lugar en el que la oficina de Turismo de Estonia, o cualquier órgano turístico del que yo tenga constancia, no han tenido influencia. Nada tiene que ver esto con las vendedoras de frutos secos confitados junto al restaurante Olde Hansa de Tallin. Todo aquí es real, tradicional y, en su gran mayoría, hecho a mano.
Por eso el café en Kiiu cuesta apenas un par de Euros y el pedazo de bizcocho casero un Euro. El café es, el típico café estonio, café de filtro, y no espresso, con crema de leche. Mientras que Mare suele ofrecer dos tipos de bizcochos: uno con kohupiim, una suerte de cuajada muy típica en el país, y mi favorito, una esponjosa torta que puede tener ruibarbo o manzana, dependiendo de la temporada.
El recuerdo ideal, licor de la Torre de Kiiu
Si tienes suerte y el sol hace presencia, la terraza de la Torre de Kiiu será el lugar idea para disfrutar de esta pausa para café. Quizás quieras acompañarla de un vasito del licor local, que lleva el nombre de la torre y que Remedia fabrica a unos 300 metros de la torre.
Hay tres tipos de licor: el original, que es un ponche de huevo, el de crema, una suerte de Baileys, y el de chocolate. Estos licores me gustan tanto que siempre los llevo como souvenir a mi familia y amigos. Y, sin duda, está muy alto en mi lista de recuerdos que traer de Estonia. Además, suelo comprarlo en la misma torre, para ayudar a que estas pensionistas sigan generando recuerdos en sus visitantes.
Tanto si vienes al Parque Nacional de Lahemaa conmigo, como si lo haces por tu cuenta, haz un favor a ti y los tuyos y visita a Mare en la Torre de Kiiu. Salúdala de mi parte. Tómate un café, paga la entrada a los pisos superiores de la torre y dale un abrazo al despedirte. Cuando, recostado en tu sillón favorito de casa, comiences a olvidar parte de tu viaje a Estonia, Mare seguirá presente. Te lo aseguro.
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