Este artículo pertenece a la guía de Toulouse de Vivir Europa.
Es un sinsentido viajar a un lugar y no probar su gastronomía en la medida de nuestras posibilidades. Uno no puede ser un vividor si come lo mismo en París que comería en Budapest. Si visitas Toulouse y quieres probar la comida de la región a unos precios asequibles mi recomendación es el Restaurante Le J’Go.
Mi visita a Le J’Go fue gracias a la invitación de So Toulouse, la oficina de turismo de la ciudad, pero no es esta invitación, sino mi paladar quien te ha lanzado la recomendación. Muy pronto verás el porqué -y espero que no mucho más tarde lo saborees también.
Al entrar a Le J’Go, en el 16 de la Place Victor Hugo, lo primero que te encuentras es con dos áreas muy diferenciadas. Ante ti se encuentra un bar de copas en el que también comer algún aperitivo -se trata de Le Pivolo-, mientras que a tu izquierda un pequeño pasillo te llevará a la zona de restauración en la que el producto local es el orgulloso protagonista.
Mientras los atentos camareros de Le J’Go me acompañaban a mi mesa, relativamente cerca de la entrada y pegada a la zona del bar dedicada a la caja, y me explicaban pacientemente que tenían un menú de degustación especial para mí; observé atentamente al resto de comensales. En su mayoría locales, aunque no era el único visitante, y de todas las edades, aunque las parejas de mediana edad quizás eran mayoría.
Todos ellos, como yo, estaban allí para comer bonito y sabroso -y no sólo lo primero, como sucede en muchos restaurantes. Los platos bien colmados y la materia prima contundente era lo que podía intuir a mi alrededor. No me equivocaba.
Mi banquete comenzó, como en otras muchas ocasiones durante mi estancia en Francia, con un plato de embutidos. Charcutería local de primera calidad basada en el llamado cerdo negro (porc noir), la versión francesa de la pata negra.
Sabroso y acompañado por un poco de pan tostado -que se quedó corto- y unos pepinillos en vinagre que contrastaban con los sabores del cerdo. No sabría decir con cuál de todos los elementos de esta tabla magnífica quedarme. Quizás cuando lo pruebes tú tengas un favorito.
El plato principal continuaba el festín de carne con un plato de cordero asado de Quercy, región al norte de Toulouse famosa por su producción de esta carne. El cordero estaba acompañado de una salsa con judías tarbais de la familia Patacq, una familia de agricultores de gran tradición cuya granja se encuentra a sólo 30 kilómetros de los pirineos, en el pueblo de Ger.
A pesar de su buen nombre, las judías no me apasionaron. No obstante el cordero era tan tierno que prácticamente se deshacía en mi paladar, y regado con un buen vino de la región, satisfizo mis expectativas.
El colofón, el mejor momento de mi cena en Le J’Go, llegó no obstante con la espectacular versión familiar de la torrija, acompañada ésta por una bola de helado de leche merengada, culminando el dulce contraste del frío y caliente de una forma deliciosa. Mi estómago se olvidó de que estaba lleno para disfrutar de esta receta ideada por la propia madre del patrón.
Mi visita a Le J’Go terminó con una agradable charla con el gerente del restaurante, un cántabro afincado en Toulouse, mientras asentaba mi comida con un café Bacquié de Toulouse. El café en Francia siempre sabe mejor.