Este artículo pertenece a la guía de Bolonia de Vivir Europa.
En los viajes que estoy realizando en los últimos meses de
2010 trato siempre de acortar gastos en la medida de lo posible. Así,
el ir de restaurante ha pasado de ser algo obligatorio tanto en la
comida como en la cena a ser una satisfacción puntual en mis viajes por
Europa.
Intento siempre elegir cuidadosamente los restaurantes a
los que voy. Aunque suelo fallar bastante en lo que a planificación se
refiere, y siempre termino buscando en mi Lonely Planet
de turno un
restaurante bueno, bonito, barato y, sobretodo cercano cuando la hora
de cierre de las cocinas se aproxima.
De esta forma me encontré con la Osteria
dè Poeti tras mi
visita a la Basilica di San Domenico.
El recibimiento al entrar al
restaurante fue muy caluroso, los camareros que me atendieron lo
hicieron en todo momento con una sonrisa en la boca y tratando de que
disfrutase al máximo posible de mi experiencia con ellos. Esto, que en
su día no me llamó demasiado la atención, pues me parecía la norma en
Italia, tras mi viaje a Roma del que ya os hablaré me parece algo
importantísimo que resaltar.
El camarero que me recibió me acompañó al comedor principal
del restaurante. Todo el restaurante está situado en un subsuelo y por
tanto no tiene luz natural. La iluminación es tenue, pero suficiente
para mantener el encanto dejándonos ver los platos de que disfrutamos.
La decoración es clásica, llena de utensilios de cocina
antiguos y con una parrilla/chimenea en uno de los laterales que parece
ser aún utilizada. No sé qué tendrán los restaurantes decorados de esta
forma, pero aún no he ido a uno de ellos en el que no haya disfrutado
de una comida genial.
Mientras esperaba mi primer plato (el servicio es lento, única
pega que encontré al mismo) observé durante unos minutos a la clientela
de la Osteria dè Poeti.
En su mayoría eran hombres de negocios. Salvo
una mesa más de turistas, yo era el único hombre que no llevaba traje
en todo el restaurante.
Lo curioso es que la mayoría de ellos solo pidió un plato
durante la comida, una ensalada que me quedé con ganas de disfrutar yo
también, pues tenía una pinta excelente. Seguramente los precios más
bien altos del restaurante y el hecho de que no tenga un menú de
mediodía invitan a tomar el camino del plato único.
En realidad miento al decir que no hay un menú propuesto. El
problema es que es un menú de 33€ y 16€ más si decides acompañarlo de
vino. Algo un poco excesivo en tu pausa para la comida en el trabajo,
por mucho traje que lleves.
Mi primero fueron unos tagliolini fatti a mano con
funghi
porcini freschi
. Los tagliolini son típicos de
Bolonia, como sus
hermanas mayores, las tagliatelle. Vendrían a ser
algo parecido a lo
que en España llamamos tallarines.
Me encantan los funghi porcini. Seta
típica de la cocina
italiana con un sabor especial. No sabría decir qué setas me gustan
más, si éstas o las shiitake japonesas, pero en cualquier caso el plato
era excelente, quizás algo escaso, pero con muchísimos funghi para
compensar.
El segundo fue una salciccia ai ferri.
Una longaniza
buenísima. La Emilia-Romagna es la tierra del cerdo por excelencia, y
todos los productos que de él sacan son espectaculares. Las patatas de
acompañamiento, asadas con romero también estaban tremendas.
El precio de los platos y el que finalmente quedase bastante
saciado me hizo quedarme con las ganas de probar el semifreddo
al
mascarpone e amaretto
que tenían en la carta de postres. Eso sí, el
café solo en Italia no me lo quita nadie. Acompañado de una chocolatina
(chocolate negro) le dieron el punto final mágico a una comida
magnífica. En Bolonia se come muy bien, sin duda.
Finalmente pagué 24€ por la comida.
12€ por los tagliolini, 9€
la salciccia, 2€ el agua (gasata llaman en Bolonia al agua con gas, que
yo conocía como frizzante) y 1€ el café. Se paga al salir, fuera ya del
comedor.
El precio puede resultar demasiado para los bolsillos más
ajustados. Pero si os queréis dar un lujo durante vuestra estancia en
Bolonia, o si una comida para dos de más de 50€ no os supone un
problema, la Osteria dè Poeti, en Via de’ Poeti,
1, 40124 Bologna, es
una buenísima elección.
¡Casi se me olvidaba! Una cosa curiosa que me encontré al
salir del restaurante fue esta máquina para controlar tu nivel de
alcohol. Con tanto color parcecía una máquina tragaperras.