Salvo que el cine no te interese lo más mínimo o tengas menos de 15 años, si alguien menciona el barrio de Notting Hill de Londres, en tu retina aparecerán las figuras de Julia Roberts y Hugh Grant, incluso si no has visto la comedia romántica que transcurre por las calles de este pequeño rincón situado ya a las afueras de lo que solemos llamar centro de Londres.
No nos engañemos, la película de 1999 puso en el mapa este barrio que, a pesar de su encanto y de haberse sobrepuesto a conflictos sociales severos acontecidos a mediados del siglo pasado, era un desconocido más en la gran capital de Inglaterra.
Estoy convencido que ni tan siquiera la gran estrella de este barrio, el Mercado de Portobello, tenía a finales del siglo pasado la mitad de visitantes que recibe cada día -más aún en sábado-. Pero eso es algo que no voy a vivir ya, así que tocará leer al respecto.
Notting Hill post-película me hace sentir estar en la zona alternativa, multicultural, intelectual y étnica de uno de los distritos más acomodados de la ciudad, Kensington y Chelsea. Alternativa porque por la zona ves pasear, socializar o comer a muchísima gente joven y por la gran cantidad de tiendas peculiares que hay por doquier.
Y multicultural, como ya te conté cuando hablé del Carnaval de Notting Hill, entre otras cosas por la presencia masiva de inmigrantes caribeños, que dan un tono de color a las aceras muy similar a los suaves colores con los que se visten las casas de arquitectura georgiana, victoriana y eduardiana -casas construidas entre 1720 y 1910-.
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Esta mezcla, de refrescante aroma bohemio, se refleja en el Mercado de Portobello. Donde antigüedades, porcelanas, ropas y gran cantidad de productos artesanos de todo el mundo se disponen sobre cualquier improvisado soporte esperando comprador que lo lleve, quizás hasta las antípodas.
Afortunadamente poco queda ya cuando paseamos entre tiendas -de comida orgánica, jabones hechos a mano, flores, ropa para bebés, moda y menaje-, brasseries, y demás productos del mestizaje y también del turismo, de ese Notting Hill que en los años 60 fue llamado «un gigantesco barrio pobre, lleno de casas sobreocupadas y rebosante de ratas y basura». Estamos hablando de la época en la que los caribeños llegaban con mayor intensidad a cumplir su personal «sueño americano», aunque en el lado opuesto del océano. La sangre de las luchas interraciales hace tiempo que desapareció de las calles de este barrio.
Una visita a este barrio al noroeste de Hyde Park supongo que debe incluir obligatoriamente un paso por la que fue una vez pequeña tienda de libros y que tras la película de Notting Hill ha pasado a formar parte de una multinacional. The Travel Bookshop, en Blenheim Crescent no pasará desapercibida, no por su puesta azul, sino por lo absurdo que te resultará ver a un turista tras otro hacerle fotos a una tienda de libros.
Aunque para mí, la tienda estrella de Notting Hill es Rough Trade, una tienda de discos de las de las pelis, donde perderse entre vinilos situada en Talbot Road, una perpendicular a Ladbroke Grove, muy cerca de la estación del metro de esa calle. Una de las estaciones de Notting Hill, siendo Notting Hill Gate la otra.
En mi opinión, tienes que reservarte dos fechas de tu vida para visitar Notting Hill. Una, sin duda, durante su Carnaval, y la otra un sábado de primavera, casi verano, para disfrutar tras haber madrugado, del mercado de Portobello y posteriormente el resto de calles y tiendas de este fantástico barrio. ¿Te hace?