Durante siglos la religión ha sido un elemento fundamental de la vida y la evolución de las ciudades, tanto si nos gusta como si no, alrededor de las catedrales ha girado siempre buena parte de la historia de cada lugar. Y Portsmouth, que además es una de las pocas ciudades del Reino Unido con dos catedrales, una católica y una anglicana, no se escapa a esto. Así que para profundizar un poco más en la historia de esta ciudad te hablo hoy de la Catedral Anglicana de Santo Tomás en Portsmouth.
Situada en High Street, el corazón de la parte vieja de la ciudad, en la puerta a Southsea y la zona más bella para pasear por Portsmouth, la catedral también muestra la tremenda influencia que el mar y la navegación han tenido en el devenir de esta ciudad desde mucho antes de que recibiese el rango de urbe.
Desde que en el siglo XI Jean de Gisors pusiera a disposición de los monjes canónigos agustinos tierras en las que erigir una pequeña capilla en nombre de Santo Tomás de Canterbury, la ciudad de Portsmouth ha crecido, y en ciertos momentos fenecido, junto a este edificio que ha sido reconstruido y reformado en numerosas ocasiones.
Cerrada durante más de cien años tras ser excomulgados los ciudadanos de Portsmouth por el asesinato del arzobispo de Chichester en 1449 a manos de marineros locales; un bombardeo en 1642, al inicio de la guerra civil inglesa entre monárquicos y parlamentaristas, dejó en pie poco más que el presbiterio y el transepto.
De ahí que a finales del siglo XVII se hiciese la mayor reforma hasta la fecha, que no la última, con la reconstrucción de la nave y la torre del oeste, además de añadirse la actual cúpula octogonal. Pero por aquel entonces, aunque fuese la iglesia más importante de toda la región, todavía no había conseguido el rango de catedral.
Un rango para el que aún quedaba una reforma a principios del siglo XX. Entre 1902 y 1904, 25 años antes de que se crease la diócesis de Portsmouth y por tanto la iglesia de Santo Tomás pasase a ser una catedral, una catedral que lleva más años en construcción que completada -52 por 33- pues la cuarta y última reforma hasta la fecha, que comenzó con la Segunda Guerra Mundial, no se terminaría hasta 1991.
Toda esta información -y mucha más que no recuerdo o no he podido contrastar- me llegó de boca de una feligresa el domingo que la visité, justo antes de la misa vespertina. Enamorada de la sede de su iglesia no se lamentaba, como yo hacía, por la pérdida de belleza que se pierde al dejar las reformas claramente visibles. Al parecer es algo obligatorio, ¿será verdad?
Me quedé con las ganas, como siempre que entro a una iglesia, de escuchar sonar el bello órgano de esta catedral en la que es difícil hablar de estilos, pues son casi mil años los que ha estado construyéndose tras ser destruida una y otra vez.
Lo único que realmente no me gustó de la catedral fue el espacio que tenía dedicado a la tienda. Más allá de las creencias religiosas, una tienda de souvenirs, libros, CDs y similares no debería posiblemente encontrarse en un templo sagrado. Podrían al menos haberla separado, ocultado, o apartado, pero supongo que la diócesis de Portsmouth no pensará igual y agradecerá los beneficios que pueda reportar.
De visita obligatoria si vas a visitar Portsmouth, la Catedral Anglicana de Santo Tomás te contará la historia de un ciudad dedicada por siglos al mar. Solo tienes que prestar atención a lo que la veleta te cuenta, verás que no miento.