Este artículo pertenece a la guía de Eger de Vivir Europa.
En el primer artículo sobre Eger que publiqué hice un símil entre el vino tinto de la región húngara y la sangre de sus habitantes derramada durante la resistencia a la invasión turca. Pero no profundicé demasiado porque quería contarte la historia de un irreductible pueblo, que sin poción mágica alguna paró el avance de la conquista otomana durante más de 40 años.
Al comenzar el siglo XVI la situación en Hungría, una vez más, no era la mejor. Esta nación, que casi podría llevarse el sobrenombre de «la pupas» por todo lo que ha sufrido, se encontraba dividida en tres partes. El oeste era ya parte del Imperio Austrohúngaro, Transilvania se había quedado aislada completamente y el Imperio Otomano, tenía a su merced todo el centro y el sur de Hungría.
Cuando en 1541 Buda caía en manos turcas parecía que llegaba el final de los magiares como nación independiente. Pero aún quedaba una pequeña esperanza al norte del país, Eger y su castillo. Péter Perényi, propietario del mismo en aquella época y capitán del norte de Hungría decidió que debía construir fortificaciones que pudiesen contener el avance turco.
Dos muros concéntricos con cuidadas almenas y montículos para los cañones serían el legado que Perényi dejó a István Dobó cuando éste se puso al mando de Eger en 1548. Dobó pasaría a ser un punto clave de la defensa de Eger y por ello tiene su propia plaza en la ciudad, el punto más bonito de la misma en mi opinión.
Así, poco a poco se acercaría la fecha del inevitable desenlace. Solo cuatro años después de que Dobó se pusiese al mando de la ciudad un ejército de aproximadamente 80 000 turcos comenzó el asedio. El grueso del mismo, entre 60 y 70 mil soldados estaba capitaneado por Ahmed, mientras que unos 10 ó 12 mil eran el la guardia de Ali, el bajá de Buda.
Ante ellos, tras los muros de la ciudad, tan solo 2100 combatientes, hombres, pero también mujeres y niños. Toda una ciudad con el objetivo de repeler a uno de los imperios más fuertes de la historia. Las peticiones de ayuda por parte de Dobó al rey y el obispo de Eger fueron rechazadas y cuando el 14 de septiembre los turcos ya rodeaban el castillo todo parecía cuestión de unas pocas horas o días.
Pero nada más lejos de la realidad. Lo allí acontecido fue tan grande que la novela de 1899 escrita por Géza Gárdonyi y que narra la resistencia de Eger a un ejército con 40 veces más efectivos, Egri Csillagok (las estrellas de Eger) es más de cien años después lectura obligatoria en las escuelas húngaras.
Cuarenta días de sitio que terminaron con la retirada de unos turcos debilitados y desmoralizados que no osaron volver a intentar la conquista hasta 1596, más de cuarenta años después y con unas tropas de 150 000 efectivos. En aquella ocasión nada pudieron hacer para parar la conquista de la ciudad y no mucho tiempo después la propia Viena estuvo a punto de caer en manos turcas. Pero eso ya es otra historia.